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“Sin título” hay mucho que decir

El Periodismo es “El mejor oficio del mundo”

 Gabriel García Márquez

Los Ángeles – 1996

El informe ‘Impunidad, Violencia contra Mujeres Periodistas. Análisis Legal’ – de la organización Comunicación e Información de la Mujer (Cimac) – detalla que tan sólo en los dos últimos años se presentaron en México 86 casos de violencia contra las comunicadoras sociales, de las cuales 54% ocurrieron en 2013, con el 35 % del total de casos registrados en Ciudad de México.


Aunque la profesión de periodista es la mejor del mundo para quienes la ejercemos, no podemos dejar de reconocer que es peligrosa cuando se hace con honestidad y con la meta de buscar la verdad, esa que muchas veces el poder no quiere que se sepa.

Pero ¿qué le sucede a las mujeres cuando van a buscar trabajo como periodistas?, o ¿qué deben hacer para enfrentarse en una «pauta» a un funcionario? estas son algunas inquietudes que revela Susana Gómez, una periodista que cuenta ante el público su historia.

Susana Gómez es el alter ego de Maite Couoh, quien escribió y protagoniza la obra teatral «Sin título», bajo la dirección de Cristian Keim, que se presenta los jueves, a las 20:30, hasta el 02 de octubre de 2014 en el Centro Cultural El Foco, Tlacotalpan 16, Col. Roma Sur.


Este personaje nos habla de la realidad de la violencia contra las mujeres periodistas, incluyendo la violencia institucional de género, la negación de protección y los prejuicios sexistas en los lugres de trabajo. Ya este tema es de por sí suficientemente fuerte y actual para hacer de esta obra una radiografía de lo que sucede en el campo de las comunicadoras sociales en México y en el resto del globo, porque – lamentablemente – esta no es una realidad local, sino que – muy por el contrario – sucede en todo el planeta.

El texto de Maite Couoh da al espectador un panorama amplio sobre el mundo del periodismo ejercido por las mujeres y muchas de las cosas que deben afrontar para poder trabajar en un mundo donde el «machismo» domina las grades esferas del poder.


La dirección de Keim permite que Susana Gómez comience a contar su historia mientras recibe golpes de cinturón, bajo una luz roja, de tiempos cuando tal vez cuando era más joven y eso va creando su carácter, o tal vez son producto de la violencia que se genera al cubrir una historia.

La escenografía empleada es minimalista, solamente se utilizan una silla, una mesa, un televisor, un balde de agua y una carpeta con documentos, todo para desarrollar el tema planteado por la dramaturga y dar a conocer las razones que llevan a Susana Gómez a ejercer el periodismo: el asesinato de su amiga Alicia.


El monólogo, de 60 minutos de duración, tiene momentos de angustia – cuando la protagonista sufre al ser sometida dentro de un balde de agua o siendo víctima de tortura, o cuando le amputan los dedos, todo por decidir ser la voz de los que no la tienen.

El problema del texto representado es cuando se aparta de la historia de Susana Gómez para «agitar la conciencia del espectador» y se cae en el lugar común de criticar a los medios de comunicación, solamente destacando lo malo que aparece en la televisión, con los «reality show», los excesivos infocomerciales, las líneas editoriales sesgadas o manipuladoras, olvidando el valioso trabajo de hombres y mujeres por llevar la verdad a la población, aún a costa de su vida, como lo refleja el informe citado al principio de esta reseña.


Hay un estereotipo – reiterado en muchos ámbitos – al creer que uno de los peores males de la televisión mexicana es el «Chavo del 8» y por ello en este montaje se utiliza como si esta comedia fuera un hipnotizador de la población que en lugar de salir a protestar, a manifestar en contra de lo que está malo, opta por «Nos podemos quedar aquí mirando…» como menciona el personaje para finalizar frente al televisor observando el programa de la vecindad, mientras se apagan las luces.

«Sin título» plantea un tema interesante – la lucha de la mujer periodista por ejercer su labor – pero al querer abarcar mucho se pierde la esencia y se torna algo «panfletaria», pero la primera parte de la obra es rescatable y merece ir a verla, porque el texto – a veces en

juego y otras muy en serio – hace que uno reflexione sobre la importancia que tiene para las democracias la prensa bien ejercida, sin distingo de razas ni credos o condición social, aunque el Poder nunca querrá que se conozcan sus secretos y es el periodista – hombre o mujer – quien está llamado a revelar aquello que no quieren que se conozca, o esa es mi Visión Particular y mejor van a ver este montaje para que saquen sus conclusiones.

Francisco Lizarazo

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