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Su cara se me hace conocida ¿De dónde será?

Cada país es un universo

Dentro del universo

Un hervidero de sueños y herencias

De quejas y sugerencias

Cada país por los pasos que anda

Refleja quien manda

Cada país por lo que entristece

Nos cuenta quien obedece

Cada País- Buena Fe

“Me parece haber visto su cara en otro lado”. Esta frase desatará una serie de recuerdos en dos personajes que están esperando algo… un tren, una nueva vida, una mano amiga, un amor o… simplemente,  una luz cegadora, un disparo de nieve que ojala por lo menos me lleve la muerte, como dice Silvio Rodríguez en su canción “Ojalá”.


Se llaman Bruna y Oscar, aunque el nombre poco importa, ni interesa que sean de  Nuestra  Señora  de las Nubes,  un pueblo que  – pese a no parecer muy grande –   nunca les ha permitido conocerse, algo que también nos sucede a todos en nuestro país, nuestra ciudad, e incluso en nuestra propia casa, porque conocer al otro no siempre es una tarea fácil.


Ambos están esperando algo… un tren o tal vez a Godot, pero lo cierto es que cuando nos seres están solos en un lugar siempre la conversación surge, principalmente de parte de las mujeres y por eso esa frase del inicio para romper el hielo y desarrollar desde ese instante  una historia por la memoria, por la vida y muerte, por los “Los viejos amores que no están, la ilusión de los que perdieron, todas las promesas que se van, y los que en cualquier guerra se cayeron. Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia”, como menciona León Giecco en “La Memoria”.


La historia de los expatriados, de los apátridas  – aquellos que por decisión o necesidad abandonan su tierra de origen – es el eje central de la obra teatral  “Nuestra Señora de las Nubes”,  de Arístides Vargas, dramaturgo argentino, que vive en Ecuador, y que a partir del mes de agosto se podrá ver en LaMar EnCoche Multiespacio, en Jujuy, con la dirección de Fabiola Quintos.


“Nuestra señora de la Nubes” ofrece escenas sobre lo que fue este pueblo, que según el mismo autor ha señalado, existió porque una vez “recorriendo la parte andina del Ecuador, llegó a un pueblo abandonado; todos los habitantes habían emigrado. El pueblo se llamaba “Nuestra Señora de las Nubes” y pensó que cuando hiciera una obra e intentara reconstruir la memoria de un pueblo, se llamaría así”.


Iván Santos Vega y Carlota Campero asumen los roles de Oscar y Bruna, pero a diferencia de otros montajes de esta pieza, ellos no están solos, pues la directora recrea las historias que cuentan los protagonistas e incorpora actores que desarrollan esos relatos, con lo que le da “una vuelta de tuerca” a la obra original en su propuesta escénica con diseño gráfico y vestuario de  Sergio Gatica, donde el blanco abunda como señal de pureza y limpio, a pesar de que los textos no lo sean tanto y el espacio abierto ofrece las posibilidades para que el espectador use su imaginación.

“Su cara se me hace conocida, la he visto en algún lado, en otro tiempo” son frases recurrentes que utiliza el dramaturgo para que los personajes se reencuentre  e inician una nueva historia.

No encuentro marido

Con las actuaciones de Lourdes Ibarra y Tonga Cuñaoo conocemos la historia de la joven casadera (Irma) que no encuentra novio para llegar al altar y al final – como tocada por una idea divina – decide contraer nupcias con su propio padre, que en definitiva es el único que la entiende y quién mejor que él para ser el esposa de ella.


Aquí la directora no solo recurre a la incorporación de actores para recrear lo que es un recuerdo entre Bruna y Oscar sino que incorpora una danza como cortejo nupcial, con música y canto,  lo que agrega a todo el relato un colorido visual que atrae la atención del público, permitiéndole conocer la soledad de la joven mujer que siente que nadie la quiere y eso en un pueblo es caso como ser una exiliada, blanco de miradas de rechazo y apelativos como “solterona”. Pero como dice el chiste… hay más y la historia de esta extraña pareja dará pie a nuevas relevaciones de parte de la abuela hacia su nieta.


“Memé y la abuela”

Nuevamente se incorporan actores, en este caso Gabriela Bertolone (en un papel opuesto al de Doña Santos en El Reloj de la Discordia) y Cami López Geronazzo, para escenificar la historia de abuela y nieta que con la excusa de hacer pan, van contando el árbol genealógico del pueblo, donde a la larga, y muy a la corta si se ve bien, todos son familias, porque están emparentados de manera consanguínea.


Pero la historia de la abuela va más allá de la mera anécdota, ya que en sus diálogos hay palabras veladas contra el sistema de Gobierno, de antes, de ahora y lamentablemente del futuro. Hay en este personaje una ironía propia de la gente de edad que conoce quién es quién y sabe de qué pata cojean a la hora de criticarlos y enfilar sus dardos, a sabiendas – o quizás no – que sus “habladurías” pueden ocasionarle la muerte… como pasa en la vida real y también en la ficción.


La nieta es el personaje “bobo” de los pueblos, aquel que todo lo sabe y se hace el desentendido, el que por su ingenuidad mete el dedo en la llaga y provoca situaciones que de ser consciente no las crearía, como el niño que grita que el “Rey está desnudo”. Es sabido que los locos, los niños y los poetas siempre dicen la verdad.


También están en este pueblo  los hermanos Aguilera  (Migue Rubiño y Tonga Cuñaoo), quienes se consideran los reyes  del piropo y no pueden ver chica caminando por el pueblo porque ahí enfilan sus baterías de seductores, al parecer no siempre con buenos resultados, pero hay que intentarlo al menos.  Otras historias de esta obra se relacionan con el músico (Migue Rubiño) de Nuestra Señora de las Nubes más preocupado de su trabajo que de su esposa Ángela (Lourdes Ibarra), a quien critica por su forma de vestir, que levanta las miradas de los hombres de la orquesta,  o la preocupación de un político que está preso o refugiado (interpretado por Migue Rubiño) y se confiesa su amor  a su mujer (Analia Veronica Nadal), con la utilización de videos (a cargo de Dana Gómez)  y actuación en vivo, que le da una emotividad y movilidad a la escena que ayuda en el ritmo de todo el montaje, mezclado con los acordes de Eugenia Mur en la guitarra.


La obra original tiene otro ritmo, porque son dos actores intentando transmitir los relatos de las historias del pueblo, a la vez que buscan expresar  la soledad de los únicos personajes en escena, por eso este montaje de Quintos cobra fuerza porque hay mayor interconexión entre las historias, un buen uso de elementos audiovisuales, sonoros, coreográficos, con lo que el texto gana mucho y hace que el espectador disfrute con la mayoría de los sentidos la experiencia en escena, donde los textos llenos de poesía resaltan la condición humana, sus luchas, frustraciones, aciertos, esperanzas, ilusiones y grandes realidades.  


Aunque la obra trata del exilio, y quienes la padecen, con esta propuesta escénica los expectores asisten al drama de quienes dentro de su país están aislados, apartados, perseguidos, oprimidos por convencionalismos o por represiones de tinte político, lo que permite ver con otros ojos este tema.


Para quienes quieran tener una óptica contrastada de esta obra, en el Festival Relevos que se realizara en Jujuy del 28 de agosto al 02 de septiembre, pueden ver un montaje más tradicional de Nuestra Señora de las Nubes con las actuaciones del propio Arístides Vargas y Charo Francés, en la puesta en escena original del grupo Malayerba de Ecuador. 


Los recuerdos son lugares seguros a los volvemos para tener las fuerzas necesarias para seguir, emprender una nueva vida o para saber de dónde venimos en este recorrido que se llama vida y – que como muchas cosas de nuestra existencia – nunca sabemos hacia dónde nos lleva, por más que tengamos un plan de vuelo…  o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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