Sin lugar a duda el Teatro está concebido para ser visto, sentido, vivido y recreado. Una ceremonia ancestral, el ritual milenario que se repite o se revive hasta el infinito si es posible. Estar en cuerpo presente y comprometer los sentidos para dejar que todo lo que significa el “ser humano” sea atravesado segundo por segundo por voces y cuerpos que intentan desarmar el alma de un grupo limitado de personas en un espacio reducido si lo queremos definir como real, amplificado por la creatividad al espacio de colores más grande y maravilloso o tenebroso que puedan crear los artistas.
En ese número reducido, importante, especial de espectadores que miran y reaccionan a estímulos humanos, que derrochan símbolos y explotan en movimientos faciales, corporales o vocales sumando también estímulos estéticos que unifican o se oponen a los símbolos humanos, a veces logrando un equilibrio que estremece a la misma creación divina, otras veces un descontrol que sobresale más que un recreo de escuela primaria. Esos espectadores están ahí con sus ojos, sus oídos y su respiración pensando lo que quieren. Lo que pueden o tienen ganas. Lo que no entienden. Y piensan y sienten y atentan contra un mensaje impuesto, creando su propio mensaje. Muchas veces aterrando a los mismos creadores que pensaron otro idioma para traspasar el corazón como si una palabra estaría hecha de acero y con la explosión vocal esa palabra podría herir un corazón estremecido por la belleza del amor o por el horror del amor. Personas que están criticando un trabajo hecho para ser criticado pero que se resiste a ese destino indefectible. Personas que no pueden solo mirar sino necesitan compartir ese estremecimiento tan maravilloso que produce el Teatro adicción.
Francisco Lizarazo es un adicto al Teatro, una fiera salvaje en busca de un lugar para convertirse en un espectador
común, disimula su ansiedad, entra a la sala sin que lo vean, a veces y otras veces avisa que está por llegar a una butaca, su primer amiga, su otra amiga será una cámara que sin molestar registra el alma de las obras de Teatro Jujeño, pero no es un espectador común, sus años de estudios y lectura, su disciplina, su constancia para dedicarse a ver Teatro lo convierten en el principal espectador de Teatro Jujeño de los últimos años. Francisco ve todo lo que puede y critica todo lo que siente. Pero no solo por decir lo que ve se destaca y se convierte en un actor fundamental del crecimiento del Teatro Independiente de Jujuy, su cámara también tiene su visión particular. Como la gran parte de los artistas de este medio, leí la mayoría de las críticas de Fráncico y si la belleza no estuvo en sus textos, seguro la belleza o el impacto lo registro su cámara.
Este es el segundo libro de Francisco sobre el Teatro en Jujuy y por lo más grande que exista en el universo este libro es una aconteciendo extraordinario. Tiene esa maravillosa simplicidad o magnifico aporte de recorrer en tiempo e imágenes un año de Teatro en esta maravillosa Provincia, un registro fundamental que se podrá disfrutar desde cualquier lugar del mundo hasta que la misma humanidad decida destruir este medio contradictorio para el Teatro pero que esta vez me deja disfrutar el Teatro que pasó y que podremos recrear gracias a un trabajo enorme y humilde de Francisco.
Este libro digital, permite a artistas, periodistas, estudiantes e interesados tener una herramienta que muy pocas regiones del mundo tienen. Encontraras obras jujeñas, nacionales e internacionales que pasaron por esta tierra y vale la pena recorrer y revivir las imágenes espectaculares de un año de producción Teatral en Jujuy
Felicitaciones Francisco, un gran trabajo, necesario y de gran calidad, mi aplauso esta vez es para usted.
Prólogo del libro Mirada Teatral Jujuy 2016
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