Juan Pablo Castel es un pintor, es sensible, le gustan los grandes formatos para retratar la realidad. Reconoce que es impulsivo y eso afecta sus acciones… es un artista apasionado y esa será su perdición.
Esa pasión lo lleva a ser un poco obsesivo y cuando se enamora puede pasar de un estado idílico de amor y muestras de cariño, a los celos más descontrolados, que lo llevarían a cometer una locura, de la que luego deba arrepentirse.
De hecho, Juan Pablo Castel está enamorado de María y todo iba bien entre ellos, aunque ella era casada, hasta que en la mente de él se alojó la idea de que ella le era infiel, no solo con el esposo que eso ya era algo asumido, sino con un amigo de nombre Hunter y eso es como mucho para procesar.
Este amor obsesivo de Juan Pablo por María termina con la muerte de ella, aunque en realidad nunca sepamos si tenía razón de sentir celos de Hunter, lo que tampoco justificaría el asesinato, porque ella no pudo explicar nada de su relación con el otro hombre. Fue un crimen sangriento, con un arma blanca y todo el lugar quedó manchado de sangre. Fue tan terrible este asesinato y tanto dolor causó en el espíritu de Juan Pablo que él mismo se entregó a la policía.
Ahora, Juan Pablo Castel, el pintor, está preso por el asesinato de María Iribarne y durante su tiempo libre sigue pintando y recordando todo lo que fue su relación con María, rememorando lo que lo llevó a perder el control, los celos por la falta de comunicación que terminaron con la vida de la mujer, de su amor.
Afortunadamente, la historia de Juan Pablo es producto de la imaginación de Ernesto Sábato, quien desarrolla esta historia en su novela El Túnel, aunque como dice un refrán la realidad supera cualquier ficción y los casos de enamorados celosos que asesinan a sus novias, esposas, concubinas, parejas, son más de lo que la literatura puede retratar y – lamentablemente – es una tendencia que parece no disminuir, por muchas marchas y consignas que se hagan en el mundo.
Este obra del escritor argentino fue adaptada – con aprobación del propio autor – al teatro por Germán Romano – con el nombre de «Un Hombre, infinitas palabras» y desde hace más de 18 años se viene presentando en Jujuy y en otras partes de Argentina y en el exterior. Esta la primera obra teatral que subió a escena Romano al llegar a la Provincia y hoy su grupo La Rosa Teatro, que también es escuela, cumple los 18 años.
Esta pieza, dirigida y protagonizada por el propio Romano, es un monologo de unos 45 minutos que recientemente se presentó en el marco de la celebración por un nuevo aniversario de La Rosa Teatro, en el Centro Cultural Héctor Tizón y, de este montaje, se puede decir que es redondo, que está bien armada la historia y que la actuación del actor /director es convincente, se mueve con soltura en el escenario… después de tantos años representándola es lo menos que uno pudiera esperar.
La escenografía si bien es sencilla, el lienzo a medio pintar es atractivo y muestra parte de lo que el pintor Juan Pablo Castel tiene en su cabeza, la idea obsesiva de la mujer, lo que junto al juego de luces crea la atmosfera psicológica para entender este personaje, que a veces ríe, otras suspira, otras se enajena y se pone violento, pero siempre refleja los sentimientos de un ser humano, que se ve traicionado por los fantasmas de su imaginación.
La Rosa Teatro tiene en la actualidad 4 obras circulando por el circuito teatral jujeño – Un pueblo llamado Jujuy, Al diablo con el carnaval, Un Tonto en caja, y Chingoil Compani que se pudieron ver en la semana de aniversario de la agrupación, lo que habla de su capacidad de producción y creación, algo que en la actualidad no se ve en los grupos locales, que tienen en escena una obra y van trabajando a lo largo del año en otra propuesta. Este grupo también tiene la obra “Pequeño Teatro Sexos”, que ya tuvo una segunda temporada y según tengo entendido están revisando esta producción para agregar otros temas.
El caso ficticio de Juan Pablo Castel que describen Sábato en la novela y Romano en la escena da para hablar mucho sobre lo que es la violencia contra la mujer, lo perjudicial que es para la sociedad y lo necesario de actuar frente a este flagelo. El teatro es – entre otras cosas – un vehículo de transformación, de enseñanza, de aprendizaje y ojalá este gran número de funciones de «Un Hombre, infinitas palabras» pudieran generar un cambio de mentalidad en muchos hombres que se niegan a perder un amor y creen que sus parejas solo pueden estar con ellos o de lo contrario no merecen vivir.
«Un Hombre, infinitas palabras» es una pieza de reflexión, de apreciar cómo la literatura escrita en libros puede llevarse al mundo del teatro, que en definitiva es el arte que integra todas las demás disciplinas y por eso genera tanta admiración en el público, que llega – como en este caso – a involucrarse y aplaudir por el trabajo bien hecho al final de la función, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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