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Un Hamlet en Caracas

O “El Milagro” del nacimiento de un dramaturgo venezolano en México

Los dramaturgos nacen de distintas maneras, vienen cargados con sus universos psíquicos, sus dramas más profundos, sus imaginarios, su inquieto mapa existencial. Vienen de todas partes con el alma llena de historias para compartir.

En la Esquina “El Milagro”, en la calle 24 de la Ciudad de México ha nacido un dramaturgo venezolano, su nombre es Jesús Delgado Sánchez.


Al entrar a la pequeña sala de teatro, la memoria se impone, y por momentos uno siente que está en la cálida cámara negra del Grupo Actoral 80 de Parque Central en Caracas. Pero, al instante la razón te devuelve el juicio. Es El Milagro, pintado de negro y rojo, con un escenario armónico y una platea de unas 60 butacas acogedoras. Es el útero de donde surge Bernarda, la madre que emerge del imaginario de Jesús Delgado. La madre garganta que nos traga con su voz fuego, voz tsunami. Hemos entendido que Simona Chirinos no nos dará tregua, que la herida se ha abierto y sangrará sin parar por al menos una hora de espectáculo gracias al monumental talento de ésta actriz.

Bernarda al igual que la mujer de “El Coronel no tiene quien le escriba” de García Márquez, cocina agua, quizá un poco de frijoles, o simplemente piedras. No importa. Igual, no alcanza para ambos. Entonces, se acerca a su hijo Arturo, quien ensaya empecinadamente su Hamlet. ¿Y tú no vas a comer?, pregunta el hijo actor. “Ahorita”, responde Bernarda, pero ya sabemos que no comerá. Ya estamos demolidos. Sumergidos en la dramaturgia de Jesús Delgado Sánchez. El dramaturgo que vive en México agarró sus binoculares y comenzó a mirar lo que dejó, a los se quedaron, su Bernarda y Arturo que tratan de sobrevivir del naufragio del Socialismo del siglo XXI.


La esperanza se centra en el hermano que se ha ido al exterior y ese pasaje de avión que llegará para Arturo, pero que cuando llega ya es demasiado tarde, Arturo ha sido devorado por la locura diaria de la sobrevivencia y la resistencia. La escena de la alegría, es cuando Bernarda y Arturo ven a su ser querido por una computadora donde la internet se guinda, no se escuchan el audio, y se cae a cada rato la conexión. Pero, eso no les impide cantarle el cumpleaños feliz, hacerle una coreografía con «La tierra del Olvido» de Carlos Vives, el teatro se llena de gozo, se hace luminoso. Ese hermano que nunca vemos en escena, no está en el caos que ellos viven, se ha salvado. La pieza de Jesús Delgado Sánchez está escrita de forma tan honesta que te estremece hasta llegar a las lágrimas. Es imposible no conmoverse con Bernarda, con Arturo, son dos cuchillos que van despedazando las corazas del espectador más escéptico. Así, entre cada canción de Simón Díaz Jesús Delgado Sánchez va deshojando a sus personajes.

El joven Arturo que se debate en ser o no ser el «lame culos» de la Revolución o seguir su camino, Bernarda que ya no quiere perder un hijo más y prácticamente le suplica que sea ese «lame culos» o se le cerrarán todas las puertas. La amistad entre Hamlet y Horacio, entre Arturo y César. Del escenario a la casa, la historia de tres personajes atrapados en la más absoluta desgracia de la estafa revolucionaria. Un cuadro demoledor, es la confesión de César, interpretado estupendamente por el actor mexicano Eduardo Treviño, donde confiesa en un rompimiento Brechtiano que no siente un ápice de culpa, de vergüenza, de contradicción por ser revolucionario, que gracias a la revolución él y muchas familias más aprovecharon para salir del barrio, que el dinero estaba ahí y había que ser un imbécil para no agarrarlo, había que adaptarse, cambiarse de color, y Hamlet-Arturo era un ingenuo, por eso perdió su lugar. Este es el cuadro que convierte a Jesús Delgado en una pluma certera, un francotirador sin piedad, un dramaturgo en mayúsculas. Arturo no estrenará el personaje por el que ha luchado, las voces en off interpretadas gracias al apoyo de los primeros actores Franklin Virgüez, Pablo Andrade, Franco Tintori, son el recordatorio de la opresión y la humillación diaria a la que son sometidos, o como bien dijo el joven dramaturgo Jorge Cogollo “el rostro invisible del poder”.


Un Hamlet en Caracas, fue la apuesta de Jesús Delgado para su maestría de Dirección Escénica en la ENAT, pero desde mi punto de vista, no sólo logra graduarse como director, Jesús va más allá, ha logrado convertirse en un dramaturgo con una pluma mordaz, poética, existencial, profunda y honesta.

Como espectadora, aplaudo de pie al Grupo Teatral Emergente de Caracas por ésta apuesta. Celebro la magistral y demoledora actuación de Simona Chirinos, y grito bravo mil veces por las actuaciones de Sebastián Torres y la sorpresa de la noche el gran actor mexicano Eduardo Treviño. Todos rompieron mi corazón y se los agradezco. Eso hace el arte.

Y en lo personal, me siento tremendamente feliz de haber estado presente en el nacimiento de un dramaturgo que estoy segura nos iluminará con su poderoso imaginario.

¡Gracias chicos!

Gennys Pérez

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