El argumento es el siguiente: Un hombre tiene doble vida y a veces se siente «confundido». Hay otro hombre que no termina de decidirse y tomar la vida en sus manos revelando lo que realmente quiere. El primero ve una tragedia, el segundo quiere conocer los detalles. Ambos están más unidos de lo que creen.
A poco, como dicen los mexicanos, no me van a decir que esa historia atrae y llama la atención. Pues esta situación tiene como protagonistas a Teodoro Paradiso y Severino L, dos hombres que están en un bar y se encontrarán para cambiar sus vidas.
Teodoro Paradiso presencia un crimen en el baño del bar y no sabe cómo contar lo que ha visto, pero Severino L parece ser un policía de los duros y comienza un interrogatorio, que culmina con la confesión de Paradiso: tiene una doble vida y mientras de día es un tenedor de libros en una curtiembre de Avellaneda, por las noches se transforma en… un cantor de tangos.
Esta confesión despierta en Severino L, un dirigente sindical de los recolectores de residuos, deseos internos y tras cavilar mucho, con mucho esfuerzo por parte de Paradiso, revela también su verdad: es amante de los boleros, pero tiene miedo a cantar.
Estos enredos cómicos, ya que no existe un crimen en realidad, son la base del argumento de la obra «El Hombrecito, pieza teatral de Carlos Pais (+), con Américo Torchelli como coautor, que desde San Pedro llegó al Teatro Estación Perico, de la mano de la compañía Nuevo Teatro Independiente, con la dirección de Claudia Gutiérrez, como parte del programa Jujuy Escénica.
«El hombrecito» es una comedia bien escrita, interpretada por Germán Nieva (El Hombrecito/Teodoro Paradiso) y Juan José Mora (El Señor / Severino L) que plantea – como lo hace para otro público la obra «Doña Sonia Dora» – la necesidad de ser felices con nuestros sueños y buscar el camino para cumplirlos.
La actuación de Nieva es versátil porque juega con los nervios y balbuceos mientras es el tenedor de libros que entra al bar, para luego transformarse en un aventurero, admirador de Carlos Gardel – de quien lleva su foto a todas partes – que no teme cantar en público con tal de sentirse bien. Una peluca es suficiente para que el actor haga los cambios de personaje y despertar las risas y halagos al momento de interpretar un tango en vivo.
Mora también nos ofrece una actuación variada, como el balance de su compañero de escena, porque es el personaje que cae mal de entrada, por su actitud prepotente de policía – sin serlo – que hostiga al «hombrecito para saber lo que ha sucedido en el baño, pro luego nos demuestra su calidad humana al revelar ser un amante de los boleros, pero que teme cantar en público, lo que al final logra hacer con el apoyo de su nuevo amigo, que con unos pocos detalles logra transformarlo en Pedro Flores, el cantante.
Dos hombres que aman, odian, se esconden, que al parecer no tienen nada en común se encuentran y generan una amistad, un cambio en sus vidas, hay optimismo en esta obra que demuestra que si se quiere algo siempre tendremos mecanismos para lograrlo, muchas veces con una pequeña ayuda de nuestros amigos, como diría el gran Joe Cocker en su versión de la canción de los Los Beatles, que es más famosa que la original, ya que hablamos de la música como protagonista de esta pieza.
La puesta en escena de Claudia Gutiérrez destaca el trabajo actoral, basándose en un texto bien escrito para lograr el ambiente de misterio, revelación y complicidad que se requiere para que el espectador pase un rato de sano esparcimiento y salga con nuevas ideas sobre su vida y las posibilidades de hacer algo que siempre deseamos pero no se había atrevido, no hablo de grandes hazañas, sino también de los pequeños sueños, esos pueden estar al alcance y no nos damos cuenta.
Los actores muestran el verdadero arte del teatro en este montaje, donde se conjugan de manera perfecta el texto del dramaturgo, el desempeño de los artistas y la dirección centrada para que el público pase a reflexionar sobre lo que ve, sin que existan elementos que causen “ruido” que rompan su atención.
Si el espectador es inteligente – y no hay por qué dudarlo – podrá leer entre líneas y además de reír, emocionarse y disfrutar, descubrirá que el revelar cosas de nuestra vida para sentirnos mejor no solo tiene que ver con una habilidad de cantar o bailar, también pude ser una catarsis para afrontar temores o inclinaciones que no queremos asumir aunque sean parte de nuestro ser, pero que por miedo al qué dirán no asumimos, o nos dejamos llevar por la sociedad, esa que le encanta juzgarnos pero no es capaz de entendernos o darnos de comer, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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