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Un hábito no hace al monje, pero sí podemos tenerlos para mejorar la salud

“Me encanta la leche, creo que debe ser porque tomé demasiado cuando niña, mi padre tenía una finca con ganado y la tomábamos de la misma ubre, sin embargo, ahora tengo problemas y no puedo beberla, solamente la que no tiene lactosa”.

Esto que es una anécdota contada por una amiga a través del chat, sucede con regularidad, porque hay personas que sufren  alergias cuando son lactantes  y eso los lleva a mantener esa condición a lo largo de su vida.


Interesado en este tema y, gracias al señor Google, pudo enterarme que “la alergia a los alimentos puede ser provocada por diferentes proteínas de los alimentos, incluyendo la de la leche de vaca y otras proteínas alimenticias”. Un artículo aparecido en clevelandclinic.org señala que «Aunque la alergia a la leche ocurre más frecuentemente en bebes y niños, puede surgir a cualquier edad y puede ser causada por alimentos que antes comías sin ningún problema. La alergia a la leche la pueden desarrollar tanto los bebes que maman como los que toman biberón. Los bebes que maman pueden desarrollar alergia a la leche al tomar la proteína de la leche de vaca que pasa con la leche del pecho, y pueden no tener ninguna reacción hasta que beben o toman leche de vaca. Muchos bebes que tienen alergia a la leche pueden sobreponerse a ella cuando llegan a los 5 años de edad.»

Aprendiendo a crear hábitos alimenticios

Pero las alergias a los alimentos también pueden ser producto de malas conductas o malos aprendizajes en el proceso de formación de los hábitos que nos transmiten los padres.

Comenta la Dra. Rita Antonini, pediatra-Máster en Nutrición Clínica, en un artículo enviado por Mariana Nieves Donnella, creatividadymedia.com,  que “el desarrollo de conductas de alimentación adecuadas y saludables en el niño depende en gran medida de la actitud de los padres en el acto de alimentar. La interacción de los mismos con el niño moldea dicha conducta”.

 Recuerda la Dra. que en “una primera instancia el niño es alimentado. Alimentar implica una interacción de dos: el

cuidador, generalmente la madre, y el niño. Al principio esto idealmente se logra a través de la lactancia materna. Se establece una comunicación entre ambos fundada básicamente en el llanto del niño y la oportuna respuesta de la madre,  quien pronto aprende a diferenciar en su hijo un  patrón para cada necesidad: afecto, alimentación, sueño, defecación-micción. Esta manera de comunicarse, poco a poco se ve enriquecida con la presencia de sonrisas, miradas y primeros vocablos que el niño emite. De los 4 a los 6 meses se da inicio a la alimentación complementaria (alimentos  sólidos o líquidos distintos a la leche materna). La sana interacción entre el niño y su cuidador en estas etapas lo llevarán en un futuro próximo  a independizarse y a comer (alimentarse por sí mismo y sin ayuda de otro)”.

Un tema que resalta esta especialista, aunque debería ser algo innato de conocer, es que los padres ejercen “gran influencia” sobre la conducta alimentaria de sus hijos. No solo se trata del llamado “período neonatal” donde una dieta variada garantiza al feto  una “amplia exposición a sabores a través del líquido amniótico”, sino que – luego  del nacimiento – la leche materna también  lo permite  pues “se correlaciona con la dieta de la madre”.


Como los padres son una influencia en el desarrollo de los niños, el área de la alimentación no es una excepción y así, comenta la Dra. Antonini, aquellos padres “con un estilo de alimentación controlador, negligente o indulgente tienen niños más vulnerables al desarrollo de dificultades de alimentación. Un estilo de alimentación responsable donde el niño es guiado, estableciendo límites de comportamiento y donde se dan respuestas adecuadas a sus señales de hambre, disminuye la posibilidad de desarrollar las mismas. Del mismo modo el alentar al niño a auto-alimentarse, en un principio con sus manos a pesar de que “ensucie las cosas” y luego con cubiertos acordes a su edad a pesar de que “no lo haga correctamente” es importante”.

Las principales dificultades son el niño con poco apetito (hiporexia) y el altamente selectivo a la hora de comer.

   La hiporexia o poco apetito puede ser secundaria a una enfermedad orgánica, puede ocurrir en niños deprimidos o lo más común, niños muy activos, más pendientes del juego y la interacción con su entorno que del comer, quienes además no identifican claramente la sensación de hambre y saciedad. En estos casos, la especialista recomienda que “mientras el niño aprende a identificar estas sensaciones  y bajo la supervisión del pediatra tratante,  es útil  el uso de suplementos nutricionales especialmente formulados para la población pediátrica, que aportan calorías y tienen un balance adecuado de carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas y minerales”.

En los niños con poco apetito es importante:

ü  Alimentarlos siempre en el mismo horario y distanciar las comidas y refrigerios de 3-4 horas. Si el niño no come en el tiempo previsto no podrá recibir ningún alimento excepto agua hasta la próxima comida.

ü  Servir porciones pequeñas

ü  El niño debe permanecer en la mesa hasta que “la barriga de papi y mami” estén llenas aunque ya no este comiendo o no quiera comer

ü  Las comidas deben durar un máximo de 30 minutos

ü  Mantener una actitud neutral

ü  No utilizar los alimentos como expresión de afecto

ü  Si el niño no se comporta bien, darle una sola advertencia, si no corrige la conducta  colocarlo en tiempo fuera.

 Otra dificultad común son los niños altamente selectivos también llamados “quisquillosos” o “melindrosos” a la hora de

comer. Son niños que rechazan alimentos o grupos completos de alimentos por sus características (colores, texturas, sabores, olores). Hay que señalar que   entre los 18-24 meses de edad se atraviesa una etapa conocida como “neofobia’ donde existe un temor y rechazo innato a probar nuevos alimentos , que con el transcurrir del tiempo se va superando. A veces para lograr la aceptación de un nuevo alimento son necesarias hasta 10 exposiciones al mismo. Por ello es importante en el inicio de la alimentación complementaria garantizar la máxima exposición a sabores y texturas.

Para alimentar al niño hay que hacerlo tomando en cuenta sus “necesidades reales de apetito y saciedad, responder positivamente a sus intentos de auto-alimentarse, conocer las distintas etapas y dificultades que atraviesa, desde que “es alimentado” hasta que logra “comer por sí mismo”, estas las algunas sugerencias de la Dra. Rita Antonini que pueden servir de guía a los padres  que tienen dificultades con sus hijos a la hora de la comida, pero lo importante es estar informados, buscar consejos y orientación de los especialistas, o esa es mi Visión Particular.

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