Corre el año 1933. Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, lo que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco. Metidos en la guerra, paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de las cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, pero más mueren de sed. Nubes de moscas y mosquitos persiguen a los soldados, que agachan la cabeza y trotando embisten a través de la maraña, a marchas forzadas, contra las líneas enemigas. De un lado y del otro, el pueblo descalzo es la carne de cañón que paga los errores de los oficiales. Los esclavos del patrón feudal y del cura rural mueren de uniforme, al servicio de la imperial angurria. Habla uno de los soldados bolivianos que marcha hacia la muerte. No dice nada sobre la gloria, nada sobre la patria. Dice, resollando: – Maldita sea la hora en que nací hombre.
Eduardo Galeano
Memoria del Fuego 3 (1986)
Entre el 9 de septiembre del año 1932 y el 12 de junio de 1935 se libró la guerra del Chaco, un conflicto entre Paraguay y Bolivia, por el control del Chaco Boreal. Los historiadores señalan que «En los 3 años de duración, Bolivia movilizó 250 000 soldados y Paraguay 120 000, que se enfrentaron en combates en los que hubo gran cantidad de bajas (60 000 bolivianos y 30 000 paraguayos), gran cantidad de heridos, mutilados y desaparecidos. Los distintos tipos de enfermedades tanto físicas como psicológicas, la característica hostil del teatro de operaciones y la falta de agua y buena alimentación produjeron el mayor porcentaje de bajas y afectaron la salud de los soldados sobrevivientes, a muchos de por vida».
El enfrentamiento consumió ingentes recursos económicos de ambos países, de por sí muy pobres. El Paraguay abasteció a su ejército con la gran cantidad de armas y equipos capturados en distintas batallas. Terminada la guerra, algunos excedentes los vendió a España.
Luego de un tratado firmado el 9 de julio de 1938, Paraguay cedió 110 000 km² ocupados por su ejército al cese de las hostilidades. El Tratado de Paz, Amistad y Límites se firmó el 21 de julio de 1938 y el 27 de abril de 2009 se estableció el acuerdo de límites definitivo. La zona en litigio quedó dividida en una cuarta parte bajo soberanía boliviana y tres cuartas partes bajo soberanía paraguaya. Bolivia recibió una zona a orillas del alto río Paraguay.
Pero como siempre sucede las víctimas no son solamente aquellas que perdieron la vida durante las luchas armadas, sino que se cuentan entre los civiles – no porque hayan fallecido – sino por el cambio que en sus provocan las guerras.
Un ejemplo de cómo afectan los conflictos bélicos – en este caso la guerra del Chaco – es la transformación vivida por Facundina Miranda, una mujer de origen Guaraní (Chiriguano) que vivió en la zona del Chaco Argentino-Boliviano entre los años 1910 y 1990 aproximadamente. Ella, a los 14 años, fue raptada por quien sería su pareja de toda la vida, el criollo Candelario Méndez, hombre reacio a prestarse para la batalla porque se consideraba medio cristiano, lo de medio es porque fue bautizado ya grande.
Las vivencias de Facundina fueron recogidas en “La Historia de Vida” un libro de los antropólogos Manuel Rocca y Guillermo Magrassi, luego que Rocca la entrevistara entre 1972 y 1975.
Años después, Jorge Accame utiliza esta historia de vida para crear «Casa de piedra» una obra de teatro que en 55 minutos nos narra la historia de Facundina quien queda sola en el monte, con su primer hijo, por más de un año a consecuencia de la guerra del Chaco a la que Candelario es llevado por la fuerza. También conoceremos los motivos de los constantes viajes y mudanzas de estos personajes entre Bolivia y Argentina y la vida dura que se lleva en los campos.
«Casa de Piedra» fue la ganadora de la 29º Fiesta Provincial del Jujuy 2014. Ha participado en el Encuentro Regional de Teatro en la Provincia de Catamarca, en una Gira Regional por el NOA y en la Fiesta Nacional del Teatro de Jujuy.
Esta obra que habla sobre personajes populares, marginales con sentido del humor estuvo en el Teatro El Pasillo como parte de la programación del mes de mayo del 2015, en una co-producción de Grupo Senda – Nueva Escena
Las interpretaciones están a cargo de María del Carmen Echenique como Facundina, y Rubén Iriarte, como Candelario Méndez, acompañados por Celia Lettoli y Ariel Posse Varela, ofrecen un espectáculo en 55 donde van desde la risa por las anécdotas de la protagonista y sus ocurrencias de vida, contadas siempre en primera persona, hasta el dolor por las condiciones de vida que debe llevar para sacar adelante su hogar, mientras su pareja está en la guerra.
Con dirección del propio Rubén Ramón Iriarte, esta obra nos deja ver lo absurdo de una guerra, como querer involucrar a los indígenas en un conflicto tan ajeno a ellos, como la noción de Patria y su asociación con una figura del Presidente, conceptos que – antes, ahora y quizás mañana – no son del todo claros para ellos que habitan la tierra y consideran a la Pachamama como su madre y eso les basta para seguir sus vida.
Al igual que en “Quería taparla con algo”, en «Casa de Piedra» el dramaturgo también trabaja con el humor, porque como él mismo señala «el teatro se presta más para el juego, y yo juego con personajes populares. En estos personajes populares, marginales, el humor está siempre muy presente«. CUADERNOS DE PICADERO Cuaderno Nº 2 – Instituto Nacional del Teatro – Enero 2004. Pág. 10.
Y es así que Facundina tiene muchos toques de humor, sus textos están escritos con gracia y cuenta sus anécdotas de manera jocosa, sin que eso le quite dureza la historia, que pertenece al pasado reciente de Argentina, Bolivia y Paraguay.
El escenario trabajado por el director no requiere mayores elementos escenográficos, ya que con solo elementos de utilería logra crear la atmosfera necesaria para que los actores se desenvuelvan y recreen las diferentes situaciones creadas por el autor, como las migraciones o la muerte del hombre, a manos de un toro – algo muy español como imagen onírica – su entierro y el dolor que deja su partida en Facundina, quien convierte su cajón de donde salen muchos de sus elementos de utilería en la lápida para llorar a su compañero de vida.
Iriarte recurre a la utilización de marionetas, manejadas por Celia Lettoli, para acompañar algunas acciones del texto de Accame y ese juego lúdico abre un compás de relajación en un historia cruda y más sabiendo que está basada en hechos reales.
María del Carmen Echenique ofrece un retrato alegre, jocoso, pero muy sentido y que transmite esa angustia de madre que debe estar sola para recibir a sus hijos y criarlos mientras su pareja está ausente. Gran expresión facial muestra la actriz y aunque no todas las palabras puedan ser entendidas por el público, ya que se usan muchas expresiones del chaco boliviano, no es menos cierto que eso le da riqueza y color a los textos.
Rubén Ramón Iriarte como Candelario Méndez hace la dupla necesaria para recrear esa vida en pareja, no siempre fiel a su mujer, pero tan real y vivida que permite a los espectadores saber el amor que se tenían, aunque cada uno fuera un ser individual con sus complejidades normales de todo ser humano. Candelario Méndez es un ser que no cree en la violencia y por eso huye de la guerra pero luego es atrapado y debe cumplir con la orden de matar o dejarse matar en nombre de algo que él no termina de comprender.
En su papel de actor invitado, Ariel Posse Varela permite conocer el rol que tuvieron los hacendados en la incorporación de los indígenas a la Guerra. Estos señores feudales apelaban a la noción de Patria y de la figura del Presidente para obligar a los más humildes a ponerse de «carne de cañón» en este conflicto bélico, solamente con la promesa de que estarían cumpliendo con la Patria, como si eso fuera importante para ellos y no el hecho de trabajar la tierra, cuidando a su familia.
Facundina Miranda, como testigo-protagonista de los hechos en la guerra del Chaco, ofrece una historia llena de padecimientos, pero también de experiencias que forman parte de nuestra vida, una que no está hecha para rendirse sino para caer y levantarse tantas veces sea necesario para lograr el sueño de tener una «Casa de Piedra», o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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