Afuera ya cocinan las carnitas y los tacos, el olor del cilantro se desliza por todo el departamento. Hay alegría en la calle, esta colonia es bulliciosa los sábados.
Los vecinos sueltan las pesadas cargas de una semana de sacrificio laboral y encienden sus equipos de sonidos, de donde sale la voz gruesa y desgarrada de la Alejandra Guzmán o algún tema norteño, de esos dramáticos, sabroso, que cantan a gritos y sollozos.
Las viejecillas salen a tomar el sol en sus sillas tejidas y, los perros juegan con los niños a mordidas sin consecuencias. Los hombres más adultos le dan monedas a una vieja máquina de juego que siempre termina arruinándolos. Llueve.
Siempre me embarga ese sentimiento de no pertenencia, de forastera, de no ser parte del clan. Hay gentileza conmigo, el trato es amable y educado, pero siempre distante. Camino toda la colonia, tratando de organizar la creatividad, sin ningún avance.
Hoy la creatividad es una sabana infinita. No hay límite, ni un samán donde echarse a estructurar una escena. Todo fluye de manera tan libre, que no hay cómo atajar el color, la textura, ni la forme. Es la vida. La vida que acontece sin poder atraparla.
Gennys Pérez
Fotos: Francisco Lizarazo
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