– Ahora tenemos internet, smartphone, mp3, banda ancha, wi-fi, playStation… Papá ¿y ustedes qué tenían?
– Teníamos una vida
Nos podías ver en cualquier esquina del patio de receso de la escuela. Unos jugando con la perinola, otros queriendo quitarle a los demás las metras (canicas en México o bolilla en Argentina) pero no buscábamos quedarnos con cualquiera, ¡nada que ver! La intención era obtener la bolondrona (que es la metra más grande) o aquellas de un solo color.
Pique Util
También estaban los que tenían más dinero y podían comprarse un yo-yo (en aquella época estaban de moda los de coca cola y el de fanta) e impresionar a todos «caminando el perrito» o haciendo la «vuelta al mundo», pero si dominabas la técnica del «columpio» eras ya un ídolo, principalmente entre las niñas.
La Vuelta al Mundo
Está bien, no todos éramos tan inocentes, estaban también los que sabían hacer el gurrufío, o zumbador en Argentina y rumbador en Colombia – artefacto de fabricación casera elaborado con chapas de los refrescos – y literalmente cortaba el hilo de los contrincantes para ganar y dejar al otro como un perdedor.
Zumm Zumm
En las tardes, luego de las tareas, estábamos en la esquina del vecindario con estos juegos, o con la perinola o balero, como le dicen México, que no debe confundirse con la perinola de Argentina, donde se denomina así a un trompo de material duro que tiene en sus contornos distintas escrituras – o haciendo bailar el trompo, mientras en círculos veíamos ese espectáculo de un trozo de madera al que amarrábamos una cuerda y lo hacíamos danzar.
Girando
Esos era los juegos de mi infancia, junto al papagayo y otros como el escondite, la gallina ciega o un dos tres pollito inglés, sin dejar de mencionar que en Carnaval hacíamos travesuras con las bombas de agua, o bombuchas en Argentina. Todas las tardes socializábamos, teníamos amigos reales, conocíamos a sus familias, y ellos a la nuestra. Nos enemistábamos al calor de los juegos, pero a la hora de la merienda todos éramos otra vez amigos y compartíamos una torta, leche, empanadas y otros manjares que hacían nuestras madres o abuelas.
A los Bombuchazos
Motoneta de doble bombucha
Guerra de agua
Aunque ya uno ha crecido, los recuerdos quedan y forman parte de nuestro ser, por ello al ver la exposición del artista plástico jujeño Alejandro Condorí, no pude dejar de volar con mi imaginación hacia aquellos tiempos infantiles y tener «Añoranzas» de esos momentos, que ya no volverán, menos con el desarrollo de la tecnología.
Alejandro Condorí
En el Centro Cultural «Héctor Tizón» de Jujuy, el artista presentó una muestra de obras, confeccionadas con acrílicos, muchas de ellas sobre aguayo, donde los protagonistas son niños divirtiéndose con aquellos juguetes que formaron parte de una época.
Mensu
El autor destacó que su intención fue «registrar lo que se vivía antes en los barrios, aquellos juegos que se están perdiendo por el surgimiento de las nuevas tecnologías», tal vez para que los niños de hoy en día, tan acostumbrados a los juegos de computación, sepan que sus padres y abuelos también sabían divertirse. Si los de hoy en día llegan a ser niños curiosos talvez se interesen en preguntar qué eran esos juguetes y también puedan aprender a apreciar las cosas sencillas que ofrece la vida.
Como autoridades estuvieron presentes en esta in auguración el secretario de Cultura y Turismo, José Rodríguez Bárcena; el coordinador general del espacio municipal, Luis Manero; el director de Cultura, Memo Vilte y el jefe del departamento de arte, Félix González, entre otras autoridades e invitados.
Gallito ciego
La exposición «Añoranzas» estará abierta al público hasta el 8 de marzo, cuando dará paso a otra muestra, esta vez en homenaje a la Mujer.
La juguetería más grande y visitada
Y como estamos hablando de juguetes, nada como ver a una niña jugando muñecas y a un niño haciendo burbujas de jabón para ver que ahí está la inocencia que nunca debemos perder.
Para los pequeños también hay soldaditos, un osito junto a la mesa del té, cubos con letras, todo haciendo juego para crear un inmenso mural que a diario se puede observar en el centro de San Salvador de Jujuy.
Esta gran postal – considerada como la juguetería mural más grande del país – la realizaron artistas del grupo «¡Jujeño, señores!», con la coordinación de Alejandro Condorí, que al igual que en su trabajo individual, concibió este mural como un homenaje a la inocencia de los niños y las relaciones interpersonales, algo que se ha ido perdiendo, con la llegada de las nuevas tecnologías, pero que en la esquina de Senador Pérez e Independencia tiene un recordatorio.
La mente es el lugar donde guardamos nuestros recuerdos, buenos y malos, ello hace posible que donde estemos podamos encontrar elementos que nos identifiquen y aún en la distancia nos arranquen una sonrisa y nos hagan suspirar por aquellos tiempos de nuestra infancia, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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