top of page

Cuentos de camino

[kento-splash-screen]

A mí me había dicho que aparecían, claro que no era como la llorona ni nada parecido, pero sí que sí existen y que aparecen de tanto en tanto, cuando uno más cansado está.


Yo acababa de venir de un viaje largo, y paré el camión en el primer bar de la carretera que había. Reconozco que no era de lujo, difícilmente a un lado de la carretera se encuentre algo de lujo, pero yo quería tomarme una cerveza así que entré.


A esas horas de la noche, creo que serían como las 2 o 3 de la mañana no había casi nadie. Otro par de camioneros como yo, algunas chicas- conocidas como ficheras – así que aprovechando un lugar vacío en la barra me senté y el que atendía, un tipo que una cara de mal genio que no quisiera que mi peor enemigo – y mira que tengo unos cuantos – se lo encontrara en medio de la noche porque mínimo hubiera tenido un infarto. ¡Hombree para mal encarado y de pocas palabras!


Pedí una cerveza y en eso estaba, pensando en mis asuntos – que me haría de comer mi mujer o en que nueva fechoría se habrá metido el sabandija de mi hijo – cuando el tipo que estaba dijo. ¡Coño de verdad que parecía!, ¡De verdad que parecía!

A mí me enseñaron en mi casa – y trabajar en la carretera me lo confirmó – que uno no debe meterse donde no lo han llamado ni entablar conversaciones con un tipo que no sabes si quiere hablarte o está pensando en voz alta, así que me hice el idiota y seguí con lo mío, dejándolo a él con su monólogo.


Pero como la felicidad no dura mucho y el tiempo frente a la cerveza helada con maní de pasapalo no es eterno, el tipo agarró fuerza y mirándome a los ojos solamente mencionó un nombre: Susy.

Listo, eso bastó para picarme la curiosidad. El tipo no pasaría de los 50 años, se notaba que al igual que yo era camionero y que estaba allí para tomarse unas cervezas, igual que yo, pero quienes han estado en bares de carretera saben que muchas veces esos lugares no son solo que parecen sino que también terminan siendo sitios de confesión, y este parecía el caso.


Haciendo una larga pausa, que me pareció interminable, ya que yo lo que quería era terminarme la cerveza para pedir otra y ver que había de comer a esas horas, el tipo que dijo llamarse Jorge me contó lo siguiente:

Aclaro que no es de esas historias que uno dice eso le pasó a un conocido o amigo cuando en realidad el protagonista es uno y solo quiere desviar la atención. En este caso la verdad es que eso le pasó a un hombre sentado a mi lado, a altas horas de la noche de un día cualquiera, en algún lugar de una carretera.


Volviendo al relato de Jorge, este me empezó contando que él estaba en su camión cuando apareció: ¡Tenía tetas!, ¡Tenía tetas!, ¡Tenía tetas! y puso la cara como recordando, pero no un recuerdo malo, sino uno de esos que llamamos placeres culposos y siguió relatando que era una mujer que se llamaba Susy, dato que ya conocía.

Él pensó que bueno estando solo en el camión y mientras llegaba su compadre, podría tener algo de compañía. Sí tenía algo raro en la voz, sí era algo raro pero no sé que era, me dijo clavando sus ojos en la barra, mientras se tomaba un trago de cerveza como para darse fuerzas y seguir el cuento.


Me hizo un breve resumen, que no pienso transcribir, sobre los inicios del juego sexual, pero que siempre estuvo pensando en tocarle los senos porque – según él – eran una invitación a tocarlos porque eran de verdad.


Parece que una cosa llevó a la otra y ella se levantó la falda y él le entró por la retaguardia porque es macho y una oportunidad así no se desperdicia. Más detalles explícitos del encuentro – que no compartiré – para pasar luego decirme que le quitó la ropa interior y al querer hacerle más descubrió que donde debería estar un hermoso sexo femenino lo que había era un enorme sexo…masculino.


Me quedé callado – al fin y al cabo ese es su problema y no pensaba meterme en asuntos que no son de mi incumbencia aunque reconozco que quería saber qué pasó luego – y él esperó un rato y me dijo: Bueno, de noche todos los gatos son pardos y aunque a los amigos le dije que le había entrado a golpes, la verdad es que lo hicimos y sí… me gustó.


En ese momento recordé a Arjona – esas vainas que escucha mi mujer – y sus cuentos en el bar. Pagué mis dos cervezas y salí del lugar, sin juzgar a nadie, solo pensando qué haría yo en una ocasión así. Pero como no tengo idea de lo que pasaría, prefiero quedarme con la duda y que cada quien viva su vida. Al fin y al cabo cada quien hace de su vida un saco y se mete en él, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

PD: Para no herir susceptibilidades, las imágenes (a excpeción de la del camión) son todas de internet, así evitamos referencias geográficas o de otro tipo.

Commentaires


Envíame un mensaje y dime lo que piensas

¡Gracias por tu mensaje!

© 2024 Creado por VP Producciones 

bottom of page