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Cuando uno vive en un país que no es el natal de uno, o cuando estamos alojados en una provincia con tantas costumbres, por ser fronterizo con otra nación, conocer sus leyendas y tradiciones es una manera de saber cómo piensan esas personas, a qué le temen, cómo asustan a sus niños, así como permite saber en qué o en quiénes creen, más allá de su espíritu religioso.
No hay nada que atraiga a más a los seres humanos que los cuentos de aparecidos, lo sobrenatural – sino cómo explicar el éxito de películas como Paranormal, o series de televisión como «Cazadores de Fantasmas», así que de tanto en tanto es bueno conocer las leyendas de la zona que habitamos, en parte para estar protegidos y seguros de lo que podemos encontrar, y – por otra parte – es una buena manera de conocer el folklore de una región.
En este caso hablaré de «El Duende» o «dovende», como aseguran que es conocido entre la gente de campo en la provincia de Jujuy, al norte de Argentina. Este ser es juguetón aunque – al parecer- también vive triste, y se le aparece a los principalmente a niños, en tardes calurosas o al momento del crepúsculo – que dicen que es la mejor hora porque es el espacio entre la tarde y la noche- hora en que los mayores están entregados a sus quehaceres y descuidan a los más pequeños de la casa.
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El Duende» aprovecha este tiempo para salir y hacer compañía a los niños. Dicen que les muestra unas «bolillas brillantes y muy hermosas», -que al parecer las elabora con excremento de la ovejas- para encandilan a los niños, que no podrá decir que no al juego que les ofrece este ser. Los colores brillantes son la excusa es perfecta para que los niños se vayan alejando de la casa con el Duende, pero afortunadamente, algún ruido, el ladrido de un perro, una llamada de su mamá o de su hermano mayor hará que el niño pierda el interés en el brillo que le ofrecen y sin darse cuenta de lo lejos que estaba de su casa, rompa el encanto y regrese a su realidad.
Dicen que llora cuando llega la oración, porque no tiene mamá, por haber sido abandonado a la muerte, lamenta la ausencia de hermanos, sufre y por eso se acerca a los niños para llevarlos y le hagan compañía, jueguen con él ya que por su soledad es muy triste.
Desconozco si alguien se ha ido para siempre con «El Duende» o si solo termina siendo un compañero de juegos, algunos dirían que es un «amigo imaginario», pero igual es preferible no dejar a los niños pequeños mucho tiempo solos, porque aunque el Duende puede ser una leyenda simple e inocente, la realidad es que los secuestradores y violadores no son ninguna fantasía. Como siempre, no hay que temer a los muertos – generalmente – sino a los vivos que pueden ser más peligrosos, pero esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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