Del libro “México tierra de Leyendas”, de Mario Villagrán
Leyenda de Guanajuato
Un objeto como una puerta puede hacer la diferencia en la historia de un país. Derrumbarla o perderlo todo implicaba la sutil diferencia para el ejército insurgente de Miguel Hidalgo, quien, el 28 de septiembre de 1810, decidió tomar la Alhóndiga de Granaditas como parte de su plan de insurrección.
Cuentan que después de horas de intentar entrar a la bodega de granos y semillas sin éxito, el cura y sus ayudantes tomaron la decisión de enviar a uno de sus hombres hasta el portón con el fin de quemarlo y así poder llegar a su meta.
La misión fue encomendad a Juan José de los Reyes Martínez Amaro, más conocido como El Pípila, quien fuera un minero guanajuatense incorporado a los insurgentes. Se dice que su apodo le vino gracias a la semejanza de su risa con el graznar de un guajolote, animal conocido también como Pípila, y la segunda, que habla de las pecas de Juan, semejantes también a las manchas de dichos animales.
El minero conocía muy bien la bóveda al ser compadre del intendente Riaño. Armado con una antorcha y llevando a cuestas una enorme losa con la que se protegía de la pólvora que desde arriba buscaba tumbarlo, Juan José llegó hasta la entrada del lugar, con el fin de quemar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas, misión que duró casi dos horas, hasta que la puerta venció y abrió las posibilidades del éxito para los insurgentes.
La historia cuenta que luego de acceder a la Alhóndiga, los insurgentes arrasaron con los alimentos. El Pípila, quien falleció en 1812, logró al concretar su misión, un lugar especial en la historia mexicana, señalado como uno de los hombres que lograron liberar al país del yugo español que hasta entonces acontecía.
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