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La cultura popular busca amigos por montón


En muchas oportunidades escuchamos a las personas quejándose de que en Venezuela hay transculturización. Que si lo que oyen los jóvenes es música extranjera, que si los venezolanos no van al cine porque siempre son los mismos temas realistas de drogas, sexos, violencia.

Cuántos no hemos escuchado este tipo de quejas  y lamentaciones, incluso, siendo honestos, nosotros mismos hemos dicho alguna vez una de estas frases, o alguna similar.

¿Está todo perdido?, ¿a nadie le duele o le interesa lo que pasa en el país y

poder contar con expresiones culturales de las que podamos sentirnos orgullosos?

Pues la respuesta es que – al parecer – no todo está extraviado, ni alejado de nuestras  raíces. Afortunadamente, aún existen personas e instituciones que quieren saber qué piensa el venezolano, qué pasa por sus mentes, y cómo lograr rescatar algo de esa cultura que está en las calles, en las aceras, en las esquinas, de cada rincón de este “maltrecho” país.


Sí, aunque muchos no lo crean, el arte y la cultura no están únicamente en los museos, en las salas de exposiciones ni en  las galerías. Para beneplácito de muchos, allá afuera, están esas pequeñas historias, como decía el poeta Aquiles Nazoa, que reconfortan y nos hacen pensar que no todo está perdido

Por tercera vez, la Fundación Bigott y la Cadena Capriles movilizaron a un colectivo interesado en plasmar lo que sucede a su alrededor y con “Así se cuenta la cultura popular”, pudieron tener acceso a contenidos y expresiones de “quienes enriquecen desde cada uno de sus trabajos el universo de lo popular venezolano”, como lo menciona la nota de prensa del Concurso enviada por Zaira Castro, directora general de Cantarte producciones.


El objetivo de  “Así se cuenta la cultura popular” es “impulsar el interés por desarrollar conocimientos sobre la historia local, tradiciones y costumbres de las distintas comunidades que constituyen el diverso imaginario cultural venezolano, y propiciar la reflexión de personas sin distingo de género, oficio o profesión, en torno a las raíces de lo tradicional en la cultura popular venezolana”.

Fueron en total 91 trabajos –  entre relatos y reportajes fotográficos – que desde  gran parte del territorio nacional plasmaron esas inquietudes que tienen  los creadores.


Los trabajos fueron evaluados por un jurado conformado por Lil Rodríguez, Norma González, Jaime Barres y José Esteban Pérez (Relato); Nelson Garrido, Rafael Salvatore, Joaquín Ferrer e Iván González (Reportaje fotográfico), todos ellos coordinados por Ocarina Castillo.

Antes de contar quiénes resultaron favorecidos en esta edición de “Así se cuenta la cultura popular”, quiero detenerme en algo que destaca la nota de prensa y que habla de cómo somos los venezolanos cuando queremos hacer las cosas. En el material de prensa destacan “la representatividad de las regiones geográficas y culturales venezolanas en los textos enviados, la variedad temática de los trabajos, la participación de textos que, si bien no se corresponden con los requisitos del concurso, evidencian belleza, investigación y creatividad”.


Desconozco cuáles fueron los requisitos del Concurso, eso en realidad poco importa, lo relevante es que quienes plasmaron sus ideas, sus miradas del mundo que los rodea no “se detienen en  artículo” como dice un refrán criollo, sino que van más allá de los que les piden, o más acá, y ponen de manifiesto lo que ellos quieren transmitir. Eso habla de la manera en que nos comportamos los venezolanos, tal vez no cumplamos muchas reglas, pero si nos invitan a algo pueden estar seguros que lo haremos, y daremos lo mejor de nosotros, como lo pueden atestiguar en los diversos países donde los nacidos en la Patria de Bolívar están viviendo y trabajando.


Una pequeña anécdota sirve para ejemplificar este pensamiento: En un restaurante un mexicano comentaba la gran afluencia de venezolanos que han llegado a su país, provenientes de la industria petrolera, y destacaba que lamentablemente Venezuela había perdido tanto talento, pero que afortunadamente México había ganado a este grupo de personas que querían desarrollar sus actividades en tierras aztecas.

Esa expresión en boca de un alguien que en principio podría ver con recelo la llegada de estos extranjeros a su tierra es una muestra clara de la forma de ser de quienes en algún momento han tenido que abandonar a Venezuela buscando un mejor horizonte.   

Por ello, que el jurado calificador de este concurso haya privilegiado el talento y la creatividad de los artistas por encima de los requisitos de la convocatoria es un punto a favor del talento de estos participantes.

El veredicto incluyó un ganador y un primer finalista por modalidad:

Ganador modalidad relato: “El mandao del día”. Autor: Álvaro Márquez,  del Estado Zulia.

“El mandao del día” es un relato amable y nostálgico de la casi olvidada

tradición de los muchachos de mandado, entrañable práctica de la cotidianidad familiar y hogareña en los ambientes rurales y urbanos de la Venezuela de hace sólo algunas décadas. Presenta un lenguaje emotivo en el que rescata vocablos de otras épocas y estimula la reflexión en torno a la vigencia, cargada de re-significaciones de esta actividad, en los intersticios de las complejas y polisémicas ciudades de hoy.

Primer finalista modalidad relato: “¡Sorpresa! El valor de un aviso de prensa”. Autor: Anairene Asuaje, del estado Lara.


“¡Sorpresa! El valor de un aviso de prensa” es un texto muy original en su formato y en su contenido, en el que el jurado valoró muy especialmente la particularidad de descubrir y presentar al lector elementos de tradición y de cultura popular, expresivos de los valores, la idiosincrasia y las formas de comunicación y afecto de las comunidades, en los avisos de prensa publicados en los diarios yaracuyanos.

Ganador reportaje fotográfico: “El Nazareno”. Autor: Ambrosio Plaza, del estado Miranda.

“El Nazareno” constituye un trabajo poético con un lenguaje de

profundidad que le permite al observador, a través de varias capas, entrar en las fotos. El reportaje cuenta una historia, que da cuenta de un lugar, de un contexto, de unos actores sociales. El Vía Crucis, a pesar de ser un tema ampliamente registrado, en este caso, es un pretexto para contar una historia del barrio, de sus hombres y mujeres, que va más allá de la anécdota. El hecho de asumir el reportaje en blanco y negro es un reto, en la medida en que le confiere un lenguaje simbólico especial.

Primer finalista reportaje fotográfico: “¡Candela, locos y música! Las Locainas de la Virgen de la Candelaria, El Valle, Mérida”. Autor: Freisy González, del estado Mérida


En “¡Candela, locos y música! Las Locainas de la Virgen de la Candelaria, El Valle, Mérida” se hace un uso impecable del color, además resalta la capacidad para captar la fiesta como elemento antropológico, adentrándose en ella, compartiendo, sin perturbar ni invadir, logrando gran frescura en la aproximación, a la vez que intimidad. Excelente manejo de composición.

Adicionalmente, otorgaron menciones especiales por modalidad:

Modalidad relato

“El Tirano en Pampatar”. Autor: Isabel Pereira, del estado Miranda

“De cómo de rebuscos y pasillas entendí el plátano”. Autor: Ivette Franchi, del estado Zulia


“De cómo de rebuscos y pasillas entendí el plátano” constituye una crónica gastronómica del Zulia en la que presenta una interesante, sencilla y efectiva descripción de diferentes preparaciones culinarias a partir del plátano, un alimento entrañable en la región.

“El maestro rural”. Autor: Odaly Linares, del estado Trujillo


“El maestro rural” es un texto conmovedor que recoge un valioso testimonio acerca de lo digno y sacrificado que es enseñar en alejadas zonas de la geografía venezolana, y un texto que propicia la reflexión acerca de la ética, la solidaridad y el sentido de ciudadanía responsable que debe prevalecer en aquellos que se dedican a la educación en todos sus contextos.

Modalidad reportaje fotográfico

“San Juan lo tiene, San Juan lo da”. Autor: Gerardo Rojas, del Distrito Capital

Visitar las fiestas en honor a San Juan en el estado Vargas, específicamente en Naiguatá, por tres años consecutivos, lo ayudó a escoger esta celebración para su trabajo fotográfico. Participar en estas fiestas lo ha familiarizado con el tema y su trabajo “San Juan lo tiene, San Juan lo da” le ha permitido mostrar lo que le apasiona: el fotoperiodismo.

“María Lionza: Culto y cultura venezolana”. Autor: Edward Ellis, del estado Mérida


Decidió fotografiar el culto a María Lionza en las montañas de Sorte, estado Yaracuy. Lleva varios años visitando este lugar y quiso exponer el lado más sensible del tema: el culto y el respeto que le dan las personas que asisten al ritual.

Como no todos pueden ser ganadores y merecedores de reconocimiento, y tomando en cuenta que ellos y quienes obtuvieron menciones especiales serán ahora objeto de entrevistas, publicaciones y otros merecidos agasajos, yo aprovecharé este espacio para publicar la historia que mi amiga Virginia Urdaneta envió al concurso y que si bien no salió fa

vorecida, vale la pena leer el relato porque habla de una historia que se vive y se comenta en pueblos del interior de Venezuela y, al final, esa era la intención, conocer las crónicas urbanas o rurales de quienes habitan esta “Tierra de Gracia”, bien llamada así porque los venezolanos si algo tenemos  en nuestra sangre,  en el ADN es “Gracia” para contar historias, para caer bien donde llegamos, por ello, aunque sigamos escuchando muisca extranjera, hablemos con modismos, comamos y nos vistamos con ropa importada, la cultura popular siempre tendrá “amigos a montón”, comenzando con Un Solo Pueblo, que es el autor, o por lo menos quien popularizó esta frase,  o esa es mi Visión Particular.

SED, HAMBRE, MUERTE… Y FE

Los muertos a veces matan la fe, y otros, la crean. La muerte es el paso entre el más allá y el más acá, y en ese puente es la fe la que va y viene.


Se cree que las ánimas no están ni acá, ni allá, sino, que están penando, pagando un purgatorio, o flotando en el aire. Tal vez, están en un santuario, como la capilla de las “Ánimas de Guasare”, llena de velas y ofrendas, peticiones y gracias, de miles de almas vivas que las acompañan en ese largo peregrinar a la paz eterna.

La ánimas sí existen y son almas que murieron de pronto, o sufrieron mucho, o se resistían a dejar “el acá” porque aún no les tocaba irse “al más allá”. Era muy pronto para atravesar el puente y muy tarde para regresar.

Cuentan que las ”Ánimas de Guasare” eran almas de personas que se murieron de sed, calor y hambre.


Paraguaná, casi isla y casi seca, estaba más seca que nunca, por los años de 1.912, cuando vino “el niño” más duro y cruel. Hace poco y hace mucho. Mandaba  el Generalísimo Juan Vicente Gómez y Venezuela no estaba aún llena de petróleo. Dos millones de almas la poblaban. Era pobre y atrasada, y la península de Paraguaná, era más pobre y más atrasada aún. Vivía de cultivos, chivos y pesca… y tenía mucho viento, sol y mar.

 “La brisa se quedó muda, la salina lloró encajes, y hasta se perdió el oleaje dejando la mar desnuda. El paisaje sin ayuda de la presencia divina, tomó olor a trementina y entre el hambre y el dolor, y el ambiente asolador, se quedó la vida en ruinas.”

Pbro. Huma Rivero Perdomo

Agua y comida no había, sólo si venía de Aruba, y si no se tenía “real”… te alcanzaba la muerte.


Los animales bebían agua de mar, enloquecidos. Los cultivos se acabaron con  langostas que llegaron a rematar lo que quedaba.

Comenzaron a morir los viejos y los niños, y sólo quedó huir. Los pescadores en sus lanchas, los que tenían bestias en sus lomos, y los que no tenían nada, en caravana, a pie, buscando Coro o la Sierra que estaba aún más allá.

¿Fueron tantos, en verdad, los que murieron ese año d

e 1.912?

Dicen que después de ocho a doce semanas sin alimentos, el hombre no aguanta más y se muere. En Paraguaná, de 2.470 defunciones que hubo en 1911, en 1.912,  se aumentó a  5.666. Ese año murió casi la cuarta parte de su gente.

Guasare era una parada camino a Coro, un poco más y llegaban, los que nunca pudieron hacerlo. Los que quedaban vivos, enterraban como podían sus muertos a la orilla del camino, y los huesos salían de nuevo con el tiempo y el volar de la arena.

En 1.940 un hombre de la zona encontró en el camino unos huesos de “alguien”.  y decidió ampararlos en una casita de barro, de esas que le hacen a los muertos en las carreteras. Acompañó a sus ánimas con sus rezos y el de su familia, para así brindarles un pronto descanso. Velas van y velas vienen, rezos, ofrendas… y los favores comienzan a llegar.


La fe en las “Ánimas de Guasare” crece y crece.

Unos dicen  que eran los restos de una madre y su niño. Otros, que era un hombre solo, y también, cuentan que era toda una familia entera. Eso realmente, no importa.

De la casita de barro, se pasó a una capilla pequeña que se incendió de tanta vela que se prendió. Entonces se hizo la capilla actual, en el mismo sitio y al borde de la misma carretera, siempre entre Paraguaná  y la capital.

Allí está la capilla para todo el que quiera creer en las “Ánimas de

Guasare”. Con un gran Cristo, con mesones llenos de velas a ambos lados y con llamas que no paran de alumbrar y pedir. Los devotos hacen sus peticiones rezando o escribiéndolas y siempre son favores a problemas que no tienen cómo resolver. Hacen ofrendas personales que cuelgan y se amontonan en las paredes y la capilla se torna una especie de galería, sobrecogedora y mística. Hay ofrendas de todo tipo. Flores, velas, frutas, placas de agradecimiento, “cuadernos de apuntes”, diplomas de graduación.  Todos son objetos alusivos al favor que se pide, o se recibe. Casas en miniatura, fotos de carros, camiones, figuras de novios etc.


Si se trata de curaciones, se ofrecen figurillas de  piernas, cabezas, brazos, fotografías de las personas curadas milagrosamente o de niños que nacieron por la ayuda de las “Áni­mas”.

Promesa es promesa. Peregrinando a la capilla y llevando estas ofrendas es que se “paga la promesa” porque sino el ánima se “venga”.

Entre el rumor de los rezos, las montañas de velas llameantes y los regalos de los milagros concedidos cubriendo las paredes, esta capilla es un refugio, como algo del “más allá”, pero, acá en la tierra.

“Entre cardones y tunas”, con arenas sudando sol y respirando cielo, con

ambos mares acompañando el camino, y con viento sonando contra mi cuerpo y volando mi cabeza… Así, desde mi fe más absoluta, en esta capilla, mirando al Cristo, y respirando a las ánimas, prendo también mi vela y te imploro:

 “Ante ustedes vengo con la fe más grande a buscar consuelo en mi difícil situación, y a través de ustedes, esa gloria de poder que tanto ansío

(Se hace la petición)

 Ánimas, Ánimas de Guasare, por medio de la presente súplica que te hace este corazón afligido por los deseos y sin sabores del destino, ayúdenme con el poder tan grande que Dios les dio.

Ayúdenme y recórranme en falta de ayuda”

Amén

Y así, es como las “Ánimas de Guasare”, muertas de sed y hambre, crearon un santuario de fe en Paraguaná…Y colorín colorao este cuento se acabó….

Virginia Urdaneta

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