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En estos días de otoño en Jujuy, Argentina, regresaba a casa ya avanzada la noche y a lo largo de la carretera era difícil ver el camino, ya que la niebla lo envolvía todo. Como se podrán imaginar, a altas horas de la noche – o más bien madrigada – lo primero que uno piensa al ver esa niebla es que en cualquier momento aparecerá la llorona o cualquier espectro que se hace presente en estas circunstancias.
Mientras los que íbamos en el auto estábamos en nuestro propios pensamientos, nadie quería hablar imagino que por temor a compartir sus miedos, recordé la historia de aquella niña que en 1908 fue encontrada muerta en el interior de una oscura mina en la ciudad de Guanajuato, México.
Recuerdo haber escuchado que el cuerpo de la niña fue encontrado en lo más profundo de una excavación y los mineros estaban asustados al ver el cuerpo frágil de aquella pequeña de diez años de edad.
Aunque no tengo los datos sobre cómo murió la niña, la leyenda menciona que su cuerpo nunca fue reclamado por nadie. Pasados los días, los mineros comenzaron a expresar que veían la figura de una niña, «vestida con ropas extrañas, imitando voces que parecen bramidos de animales salvajes y con el rostro cubierto de polvos que deforman su apariencia». El relato de la leyenda señala que muchos de los mineros perdieron la cordura y no la recobraron nunca.
Este hecho dio pie a la creación de leyendas sobre esta niña y la más extendida es que esa pequeña era la «hija de un importante minero canadiense. La hija de este hombre solía pasearse sin permiso por las minas de la ciudad. La niña sufría de un trastorno psicológico desconocido que la hacía mentirosa, caprichosa, de humor volátil, que se burlaba de las devociones religiosas de la gente y que le gustaba vestir de forma extravagante, emulando a seres fantasmagóricos que solo su adulterada imaginación era capaz de ver. Se dice también que fue su mismo padre quien la mutiló dejando su cadáver abandonado en lo más recóndito de esa mina».
Sea cierta o no la historia de la niña de la mina, es una leyenda que una vez escuchada se queda en nuestras mentes y sale a flote en los momentos menos pensados, o menos necesarios, porque recordarla en una carretera no es precisamente la mejor ocasión, pero así funcionan nuestros recuerdos. Ahora que conocen esta leyenda, veamos en qué oportunidad la recuerdan, ya que esta es mi Visión particular.
Francisco Lizarazo
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