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Los Venenos sobre la tierra colorada

«A nosotros nadie nos da nada, ni una pensión ni la curatela, tengo que trabajar todo el día en una chacra acá cerca para mantener a la familia»


Por tercer año consecutivo, la revista Claves21.com.ar organizó el Premio de Periodismo Ambiental 2015, un certamen que busca promover la creación y el reconocimiento de las mejores notas que abordan problemáticas, desafíos y soluciones ambientales en la Argentina y otros países latinoamericanos.

En un evento que atrajo el interés de más de 60 periodistas y estudiantes de periodismo y comunicación de América Latina, el jurado integrado por Martín De Ambrosio, Daniel Escribano, Gustavo Faleiros, Tais Gadea Lara y Ana Laura García Luna seleccionó al ganador, recayendo el premio en «Los Venenos», de Mario de Fina.


El reportaje ganador trata sobre lo que sucede antes que se comercialice un paquete de cigarrillos, lo que el negocio tabacalero está haciendo para contribuir con el funcionamiento, en el extremo noreste de Argentina,  de un «perverso sistema productivo tabacalero que incluye mano de obra en absoluta precariedad. Millones de litros de agrotóxicos, las más temibles multinacionales, mal formaciones congénitas, el silencio cómplice del Estado, empresas locales de acopio, dealers internacionales, políticos y hasta abogados detrás de un juicio millonario. A continuación los detalles de un gigantesco negocio que envenena a los tabacaleros y los condena a un círculo vicioso sin salida».

Mario de Fina comienza relatando la historia del ingreso de Margarita al Hospital de San Vicente, el último domingo de marzo del 2008, para dar a luz, reconstruyendo lo sucedió y su transformación en una historia de horror y dolor para una familia, con repercusiones en la comunidad.

Otra historia es la de Raúl Godoy, quien menciona “sentirse mal y que se le duermen las piernas, instantes antes de  desplomarse sobre una silla. Era un sábado de junio, afuera un brutal aguacero, adentro, en la maderera de Carmen Vogel, nadie sabía qué hacer».


Ambas historias, entre otras, se desarrollan en San Vicente, conocida como ‘’Ciudad Bendita ‘’, «a unas dos cuadras, pasando la rotonda se alza el monumento al colono,  designación histórica de los agricultores del noreste argentino. Esta ciudad que pertenece al Departamento Guaraní cuenta casi con 50 mil habitantes, se ubica bordeando la Ruta Nacional 14, en medio de la provincia de Misiones, a 200 km de Posadas, capital provincial y 300 km de las Cataratas del Iguazú, en el límite internacional».

Lo particular de esta localidad es que «existían en la ciudad al menos 3000 chicos con malformaciones congénitas como consecuencia del uso de agrotóxicos- nombre dado por los productores a los agroquímicos y/o plaguicidas- ; la incredulidad de sus vecinos dio lugar al estupor cuando invitó a los programas de televisión para dar cuenta de la situación, quienes, como si de una película de terror se tratara, le dieron alcance nacional a la problemática».


La primera alerta la lanzó Raúl Godoy y corría el año  2012,  cuando «un grupo de vecinos de San Vicente se reunió para brindar atención médica y social a los damnificados, ya tenían el terreno donado para constituir una fundación, Raúl sería el presidente, solo faltaban ajustar detalles para la personería jurídica.  A su vez, él mismo se encargó de contactar a abogados de Buenos Aires para iniciar acciones legales contra las multinacionales implicadas; pero de improvisto tuvieron que llevarlo a la clínica más cercana».

Sin embargo, como menciona el reportaje «meses más tarde, el 21 de agosto, Godoy falleció en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires y con él fue enterrada la ‘’ Fundación Niños Envenenados ‘’».

Algunas cifras manejadas por el periodista en este reportaje mencionan que «Se estima que la población expuesta a los agroquímicos asciende a las 67 mil personas sobre unas 31 mil hectáreas cultivadas con tabaco en todo Misiones. Sólo sobre el margen del Rio Paraná, un ingeniero forestal arrepentido que prestaba servicio a la chilena Alto Paraná S.A , confesó que se utilizaron en 10 años un millón ochocientos mil kg/ha de herbicidas ( glifosato, arsenal, errasín) a 5000 hectáreas por año, utilizando 42 millones de litros de agua, para plantar pinos y eucaliptos».


Las historias de quienes viven y padecen por la utilización de los tóxicos son el centro de este reportaje, porque la vida trata de personas y nada mejor para entender el mal de nuestras sociedades que contar lo que le sucede a los vecinos, a los grupos sociales, que ahora son ellos, pero en otro momento podríamos ser nosotros.

Acompañado de fotografías y testimonios en primera persona, el reportaje ganador del Premio de Periodismo Ambiental 2015 desmenuza, desteje toda la intrincada operación que realizan las empresas para obtener una mejor cosecha de tabaco, resistente a los animales dañinos y con mejores índices de producción.

No todos quieren, o pueden, declarar de manera directa, con nombre y apellido, por lo que el periodista tiene que omitir algunos detalles de identificación, como en el caso del «médico que me recibe en su clínica privada de San Pedro, apenas  70 kms al norte de San Vicente». Desde el anonimato, el galeno cuenta que «tuve que internar a una mamá de 19 años que se descompensó y que hace 6 meses tuvo un bebé con una malformación congénita detectada intraútero, una falta de cierre de la pared abdominal. Si nacía acá o en un lugar no apto para embarazos de riesgo se moría, pero como lo detectamos a los 5 meses fue derivada al Madariaga». «Ahora está en observaciones y  me reconoció que estuvo trabajando con plaguicidas, cuando una mujer entre los 15 y los 35 años no puede trabajar con plaguicidas y menos con tal antecedente. Afortunadamente con el chiquito salió todo bien».


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De acuerdo a los datos del médico, Mario de Fina ubica que «en las dos rutas nacionales más importantes que cruzan Misiones, en la Ruta Nacional 14, se concentran el 80% de los casos, que es en donde se planta tabaco».

La pregunta que salta de inmediato es: ¿las autoridades saben de estos hechos? La respuesta que nos da el autor del reportaje, de acuerdo al galeno entrevistado, es lapidaria: «la muerte de un bebé fue diagnosticada como gastroenteritis aguda, pero lo que pasó fue que cuando el padre llegó de fumigar, colgó su camisa en un clavo y al caerse por un viento dentro del corralito, el bebé se la llevó a la boca. De esta forma es imposible generar algún tipo de estadística. -¿Por qué este temor? Porque el gobierno sigue escondiendo la información para continuar con la producción de tabaco a costa del trabajo del tabacalero y la mal formación». Así que  Gobierno y empresa terminan siendo cómplices en nombre del progreso y el desarrollo, en una actividad  donde «el precio descendió, y necesitan producir más, es la crisis de la auto explotación campesina, que implica que el tabacalero deba trabajar el doble para producir la cantidad de kilos pautados produciendo el desgaste de la fuerza de trabajo, una mayor exigencia recae sobre el grupo familiar y también puede implicar una mayor utilización de agroquímicos».

¿Nadie dice nada?

Sobre los derechos de las personas de esta zona a recibir asistencia médica y ser protegidas de la contaminación con los tóxicos, el periodista entrevistó a María Carolina Diez, becaria del Consejo Nacional de Investigaciones (CONICET), quien se «encuentra finalizando su tesis de doctorado en Antropología Social en la UNAM, su sujeto de estudio son los plantadores tabacaleros, su tesis de grado tuvo un enfoque en la relación de éstos con las empresas de acopio y la de posgrado en la salud y los padecimientos rurales».

Ella menciona en el reportaje que «si bien están las madres de Ituzaingó en Córdoba y existen distintos movimientos en torno a la salud, en San Vicente no, están estos voceros, una capa de técnicos, médicos, trabajadores sociales y políticos que son funcionales a los medios de comunicación, hablan por los productores, generan titulares y los describen de una manera patética, con representaciones miserabilistas y patéticas, como si fuesen prácticamente infrahumanos».


«A 16 kms de la RN 14, en el barrio Puerto Argentino, María Isabel con 19 años, cuida a su hija Tatiana, de 3, con secuela neurológica por falta de oxígeno y sepsis neonatal. Ella y su marido reconocen haber fumigado con Round up. Tienen un hijo de 1 año y está embarazada de 7 meses, no cobra ningún tipo de pensión por discapacidad, y ya no puede trabajar en el tabaco como solía hacer; el fenobarbital para Tatiana lo consigue gracias al hospital».

«Dos hermanas mellizas, hijas de tabacaleros están en sillas de ruedas y la mamá de Fabián, a 4 cuadras, recuerda que los médicos le dijeron que el derrame cerebral de su hijo de 8 años se debía a que, con un año de edad, se asustó al mirarse al espejo en el preciso momento en el que caía un rayo, o que también podía ser por los agrotóxicos».

Las anteriores son dos de las tantas historias que recopila Mario de Fina en su reportaje, son muchas que no caben en esta breve reseña.

Apoyo

Mario de Fina ve una luz de ayuda en el caso de «una ex promotora de Misiones Salud, digo ex porque al momento de comenzar con la concientización sobre los venenos, fue obligada a renunciar, a lo que no la pudieron obligar fue a renunciar a su vocación de ayudar. Personalmente se encarga de viajar a Posadas para tramitar las pensiones: Cuando viajé por primera vez nadie me creía, hasta que saque la cámara y les empecé a mostrar todas las fotos que tenía, la chica de la recepción se quería morir, no sabía dónde meterse».

Para el periodista, esta es una voz de lucha que busca que unos nos ocupemos de los más necesitados y eso habla de esperanza y de que existe una posibilidad de remediar esta situación que afecta a quienes están de jornaleros en la industria tabacalera. Sin embargo, el final del reportaje es un golpe a la esperanza en la humanidad: «Minutos antes de abordar el micro de regreso recibo un llamado de ella: –Si llegás a escribir algo, por favor no pongas mi nombre, no quiero más problemas«.

A veces pasar tiempo investigando, horas cotejando información, largas jornadas de escritura para armar un reportaje que creemos puede generar un cambio, se estrella contra con muro muy alto de intereses económicos, políticos y es poco lo que logramos los periodistas, más allá de un premio o un reconocimiento de nuestros pares, eso frustra y llena de dudas sobre este oficios o profesión del periodismo… y cuando estamos a punto de claudicar, pensando que el mundo no tiene medio, aparece «Panama Papers»  y nos demuestra que mientras haya trabajo grupal, disposición a trabajar y a investigar, habrá una esperanza, aunque pequeña, de un futuro más justo, equilibrado, lo normal sea la trasparencia y no la oscuridad, o es que ¿no hemos aprendido de aquella parte de la historia que se llamó edad media donde el conocimiento – no oficial – estaba censurado y mal visto? o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

Nota: Este escrito solamente resaltó algunas partes del extenso trabajo de Mario de Fina, es simplemente un acercamiento para generar interés y motivar a que lean el texto completo aquí. Las fotos son tomadas del mismo reportaje.

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