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Esta fue la foto que le tomé al letrero cuando lo vi por primera vez, pensé, ¡está escrito pensando en mí! Llegué al local por casualidad, me fui a dar un paseo por la playa para respirar y serenarme, ya sabes que esos días mi vida era toda turbulencia, de hecho, fue durante esa caminata cuando tomé la decisión de separarme.
Ya llevaba un rato andando y pensando y sentí sed, me puse a mirar en los cafés que había en el paseo marítimo y este me llamó la atención, entre el color turquesa de la decoración, el nombre La más bonita, y lo acogedor que se veía entré, y cuando pasé a la terraza vi el cartel. No sé qué me pasó, con todo lo que llevaba dentro, leer esas líneas me removieron aún más, solté algunas lágrimas parada allí, de forma absurda, enfrente de un simple letrero de pizarra. Fíjate cuál sería mi expresión que un camarero se me acercó para ver si iba todo bien, le dije que sí secándome la cara, y le pregunté quién había escrito aquello por curiosidad.
Me contó que a los días de abrir (era uno de los dueños) una señora muy mayor estuvo con su nieta tomándose una merienda, tenía una apariencia humilde y sencilla, como la gente de las huertas cercanas. El cartel estaba puesto pero aún buscaban una frase para escribir, y como no se les había ocurrido algo más original que “bienvenidos” lo habían dejado así hasta pensar algo mejor. El caso es que la doña, al ver el letrero, le preguntó si podía escribir algo, él le dijo que encantado porque así tenían una cosa escrita por una clienta, y le dio un trozo de tiza, entonces ella se la entregó a la niña que tenía como 8 años y le dictó la frase. Fue la niña quien le puso el arroba, que por cierto, la abuela no entendió, me contó con una sonrisa.
Desde entonces el cartelito está ahí. Pero ese día yo leía y releía la frase, me senté en la mesa más cercana para seguirlo viendo y pensaba sí, estoy lista para el futuro, estoy lista para cambiar lo que no me hace feliz, estoy lista para hacer planes. Sentí un subidón ¿sabes? Salí de allí plena, decidida.
Me separé, me mudé sola, empecé a salir y a conocer gente. Más o menos un año después comencé a verme con otra persona, pero no duró mucho, aunque fue muy intenso. Cuando rompimos volví a ir al café y me senté de nuevo una hora junto al cartel, leyéndolo y pensando. Un aprendizaje más en mi vida y ahora a mirar de nuevo al futuro. Seguí con mis cosas, trabajo, amigos, alguna salida los fines de semana, comida familiar los domingos, etc. Estaba tranquila, pensando que lo mejor estaba por venir.
Pero seis meses después de aquello me quedé sin trabajo, un ERE aplicado en la empresa y de repente sin la estabilidad que tenía desde hacía ocho años. Me deprimí, no sabía qué hacer, qué te voy a contar si nos vimos varias veces en ese tiempo. Y otra vez un día me fui a la playa para caminar y serenarme y de nuevo en este lugar, leyendo el cartel. Me di cuenta que mirarlo y pensar en la frase me tranquilizaba porque me hacía pensar desde otra perspectiva. Ahora podría llevar a cabo cosas que antes no hacía por falta de tiempo, o por estar atada a la ciudad. Empecé a hacer planes en mi cabeza y me animé un poco pensando en el futuro, estaba lista.
Pasó más tiempo, fue cuando me fui seis meses a estudiar inglés a Inglaterra ¿te acuerdas? volví y encontré aquel curro por un año. En esa época empecé a salir con otro chico, nos iba muy bien, y estábamos planificando mudarnos juntos cuando tuvimos una pelea monumental, él decía que yo quería hacer todo a mi gusto y yo alegaba que él pasaba de las cosas. De nuevo, me vine aquí, pero esta vez la pizarra estaba borrada, negra. Sorprendida porque ya era un ancla psicológica para mí, le pregunté al mismo chico qué había pasado. Me contó con cara de circunstancia que hacía dos semanas había vuelto la abuela autora del texto, le había pedido una bayeta y ella misma había borrado la frase, él sorprendido le preguntó por qué lo hacía, y ella le dijo que ya no era necesario que estuviese allí, y que en su momento vendría otra persona a escribir las letras necesarias. Yo estaba perpleja, y el chico sonriendo me dijo que a él le había quedado la misma cara.
Aquello me descolocó, ¿por qué una frase que me resultaba tan potente había desaparecido por decisión de su autora? Me fui sin consumir nada y estuve en la playa como dos horas reflexionando. La historia del letrero hizo clic en mi cabeza.
Después me reconcilié, y nos fuimos a vivir juntos como habíamos planeado; se acabó mi contrato, decidí emprender por mi cuenta, mi padre fue operado de emergencia tras un infarto. Y un día sentada tranquilamente en mi casa, me di cuenta.
Cogí mi bolso y me vine aquí. Había pasado un año desde la última vez. Como presentía, encontré la pizarra vacía. Le pedí una tiza al camarero que me reconoció y escribí lo que ves.
PD: La más bonita existe, está en Valencia, y me gustó tanto el cartel y el lugar que me inspiró esta historia.
Laura Elena Vivas
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